A más esencia… menos personalidad. Por Soraya Medina

En terapias, formaciones y en el propio proceso de reconocer mis máscaras, he descubierto que el mayor bloqueo para entrar en sí mismo, es sentir el rechazo del entorno. La exclusión, el no ser tomado en cuenta por la familia o círculo de amigos, compañeros de trabajo…, es un coste para quien emprende el camino hacía las profundidades del Ser. Las personas con quienes se ha compartido durante años, experiencias, creencias, costumbres… no pueden comprender que haya cambiado, que ahora sean otros los temas de conversación, los  lugares, o simplemente la mirada acerca de la  vida sea diferente.

Aprendemos desde que venimos al mundo, que la realidad externa es lo único que tiene existencia, la familia y la escuela son las primeras instituciones que refuerzan la creencia que el mundo está fuera de nosotros mismos… “Tienes que hacer esto así” “Te debes comportar de tal forma” “Lo que tienes que decir es esto y no aquello” Todos y todas lo hemos vivido y luego repetido con nuestros hijos. Es como si hemos venido a “estar” en un lugar donde todo está hecho y lo que hacemos es acomodarnos a lo que está. Así lo vamos haciendo de generación en generación, repitiendo los problemas o situaciones que no pudieron resolver los ancestros. Nos olvidamos que no sólo venimos a estar, si no a Ser.

En la adolescencia es cuando más conflicto se viven entre el ser interior y ese que el mundo quiere moldear. Algunos nos revelamos pero sin mucha consciencia del proceso interno, al final esta etapa de la vida pasa, y como niño bueno, se retoma el mundo externo, como  imponiéndose, de lo contrario se tiene que vivir prácticamente en contra de la corriente y este proceso es muy doloroso hacerlo en solitario o desde la lucha.

Todas o la mayoría de las personas alguna vez pasaron por hacerse  las preguntas clásicas de la vida: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Qué vengo a hacer aquí?… al no encontrar respuestas que puedan ser aceptadas por todos. Las interrogantes quedan como colgadas en una dimensión diferente, pues hay que resolver lo que el mundo exige: estudio, trabajo, familia, vivienda… para esto hay que estructurar diferentes personalidades (mascaras) que permitan ser aceptado y reconocido en cada uno de los contextos.

Así se van experimentando emociones, pensamientos y actitudes que configuran la persona que espera la familia y la sociedad que sea. En este caminar sobre aguas superficiales se va haciendo costumbre el sufrimiento, con una creencia que se convierte en “verdad”: “así es la vida” “hay que sufrir para alcanzar lo que quieres”. Cuando se asume que así es la vida, se hace más difícil entrar a navegar en el océano profundo de sí mismo para encontrar respuestas. Pues es el miedo  el que domina, esa voz que hace creer que allí dentro, en ese mundo desconocido te puedes perder, no hay nada que buscar… lo único real es el mundo que han vivido padres y ancestros por generaciones. Es por ello que hay que trabajar en lo que sea, aunque no te guste…pues hay que tener y tener… asumiendo que es la forma de encontrar la felicidad anhelada.

Suele pasar que después de estar agotada de luchar, algo ocurre que permite llevar la mirada hacía dentro, una enfermedad, separación o una señal que haga llegar a ese fondo que antes no te permitías mirar,  puede que sea algo muy fuerte en la vida o puede que no tenga que llegar a mayor. Lo cierto que cuando se entra en la esencia de sí mismo surgen respuestas y miradas diferentes., basta  tomar el valor y darse cuenta que hay algo más. Lo relevante es experimentar una  conexión con esa vibración interior, percibir la certeza, la paz y la serenidad con la que fluyen las decisiones.

El camino hacia  la esencia de sí mismo, comienza con darte valor por lo que eres y no por lo que otros quieren que seas, es aceptarse sin juicios, con tus historias de triunfos y fracasos. Es muy importante tomar consciencia de pensamientos y emociones que se disparan en automático para mantenerte en lo conocido. En este proceso la clave es aceptar, aceptar que algunos pensamientos agobian, aceptar que surgen sentimientos y emociones que te hacen daño. Al aceptar lo reconoces en ti y ésta es la única forma de poder cambiarlo, pues sólo se puede cambiar aquello que se conoce.

También hay que decir que soltar las diferentes personalidades o mascaras que hemos asumido durante años provoca un duelo, pues es desprenderse de un pasado o futuro que ya no es, es decir no a una relación toxica, es igualmente tener compasión por aquello que hizo daño y perdonar, es aceptar que esa persona que creías ser no eres y ahora tienes la libertad en convertirte en lo que quieres… Entrar en la esencia de sí mismo aleja de esa personalidad con la que te identificabas ante los demás… Es encontrarse en el Ser empoderado, capaz de construir sus sueños y vivirlo día a día.

Imaginemos por un momento que en la familia y el sistema educativo se enseñara a descubrir ese Ser interior, a conocer y expresar el gran potencial del ser humano, a no identificarnos por lo que tenemos o hacemos si no por esa esencia. De ser así estaríamos moviéndonos hacía otro paradigma. Estaríamos fluyendo desde la energía del amor y no del miedo, no tendríamos que competir con los otros, pues tomaríamos consciencia que la cooperación refuerza y crea, por tanto disfrutaríamos de la creación que somos.

“Solo puedes tener miedo de lo que crees que sabes. La inteligencia es la capacidad de percibir lo esencial, lo que es; y para despertar esta capacidad, en uno mismo y en otros, está la educación”.       Jiddu Krishnamurti
Abrazo amoroso
Soraya Medina Fuentes