2020: “Adiós en dolor mayor” pero también se “resuena por la vida”. Por Pablo Kaplún. #Venezuela #Ambiente #BalanceAmbiental
2020: “Adiós en dolor mayor” pero también se “resuena por la vida”.
Por Dr. Pablo Kaplún H. Asesor Ambiental de “Geografía Viva”
Sí, con letras de Alí Primera
empiezo, aunque a ambos “bandos” de mi patria les rechine que haga tal cosa. A
los unos por sentir que este cantor emblemático es representativo del otro que
odian y a los otros porque no se puede
hablar críticamente de ellos tomando letras del citado cantautor.
Independientemente de la opinión de cada quien, la primera parte de la frase
resulta válida en muchos sentidos, tanto por quienes han partido contagiados
por la pandemia (entre ellos muchos
personal sanitario a quienes enviamos una especial mención de duelo)
como por el muy negativo desempeño este año de los indicadores ambientales de
Venezuela. Pero también hay elementos para ver no tan tristemente al año que se
va.
Como Alí es tan conocido hoy día,
pero al mismo tiempo tan desconocido, deformados sus mensajes en campañas politiqueras,
bien vale recordar las dos canciones aludidas en el título de este cierre de
año.
Canción en dolor mayor
“Si no sirve mi canción, pa que
se encienda tu alma/Quema entonces mi guitarra, pero que crezca la llama/Adiós
en Dolor mayor canción, en dolor mayor adiós/En dolor mayor canción, en dolor
mayor”
Y la otra aludida es: “San Benito échate un
palo/Y canta con alegría/ Que en Motatán los tambores/ Ya resuenan por la vida”
Esta otra es “Abran la puerta” en
alusión a una lucha en los años 80 en defensa del pueblo trujillano de La
Puerta.
Comencemos por un balance a nivel
internacional/global donde algunos indicadores resultaron, hasta donde fueron
medidos, más aliviadores en el año que
se va, principalmente por causa misma de la propagación del Covid19 las emisiones globales de dióxido de carbono descendieron un 5,3% en el
período comprendido entre el 1 de enero y el 30 de noviembre[1]
de 2020. El mayor contribuyente a este descenso es la reducción del uso del
transporte terrestre, que ha disminuido un 15,2% respecto a 2019 y representa
algo más de la mitad de la disminución de las emisiones mundiales. Estas
cifras, aunque alentadoras, están muy distantes de las estimaciones que se
tenían en mayo de este año, en las cuales se hablaba de un 17% de disminución
de estas emisiones diarias[2]
globales.
Esto permitió, en diversas partes del globo – incluidas las ciudades venezolanas-, el avistamiento de aves lo cual fue tema de deleitantes comentarios en estas páginas especialmente por las iniciativas de “Somos Diversidad” de la Fundación “Tierra Viva”. El Geógrafo Jesús Delgado nos regaló esta imagen
Aves en un cerro de Santa Mónica, Caracas, diciembre de 2020, Foto: Jesús Delgado.
Hacia finales de año, los
especialistas definían que la pandemia poco había cambiado el balance general
del año, en general, no esperaban que esta disminución generara impactos
duraderos a nivel mundial.
Un buen amigo, colaborador de
estas páginas, español de origen a quien hoy es preferible mantener en el
anonimato, comentaba: Las noticias del COVID han acaparado la atención de los medios y lo demás
ha pasado a un segundo plano. Es muy difícil tener una idea clara porque la
situación es muy excepcional. Por ejemplo, la urgencia desvía la atención de a
dónde van a parar las mascarillas, o qué está ocurriendo con las emisiones de
CO2 con el trabajo desde casa. En principio parecería que las emisiones habrán
tenido que disminuir por el menor transporte, pero el incremento de gasto de
internet es seguro que habrán aumentado las emisiones por ese capítulo. Las del
transporte aéreo han disminuido pero desconocemos cuál habrá sido el incremento
global del transporte de mensajería. Son demasiados cambios y aún mal
estudiados para saber la respuesta real. Seguro que muchas medidas ambientales
se habrán descuidado por la pandemia, por ejemplo los plásticos, porque la
atención social está en otra cosa. Cuando pase todo esto se podrá hacer un
balance objetivo. Lo de esperar es que haya habido cambios, unos a mejor y
otros a peor”.
“El tema de cambio climático ha
pasado a un tercer plano, dependiendo de los países. Aquí (España) la atención
está en el COVID, en segundo lugar la economía y el batacazo que nos espera
dentro de pocos meses. En tercer lugar el trabajo. Supongo que el medio ambiente
habrá descendido de interés real (otra cosa son los discursos de la gente)”.
Luego de estas reflexiones el amigo hace un comentario sobre la desinstitucionalización
de los Estados Unidos por el juego al que se ha dado el saliente
Presidente Trump y la delicada calistenia geopolítica en el cual Rusia
(especialmente) y China sacan grandes
tajadas, lo cual obviamente tiene implicaciones ambientales.
Otro de nuestros fieles
colaboradores explicó: “A nivel regional e internacional, muchos movimientos
ambientales logaron hacerse sentir por la defensa de la Amazonía y procurando
crear conciencia y acciones concretas frente al cambio climático;
particularmente ponen sobre la mesa temas como los sensibles retrocesos de la
foresta amazónica y El Pantanal en Brasil
y Bolivia; ha habido algunos avances en
compromisos anunciados por países en materia de cumplimiento del Acuerdo de
París (matiza este comentario haciendo hincapié en que hay que hacerle a esos anuncios el debido
seguimiento), y ve un alivio en que Biden ofrece regresar a los EE.UU. al
Acuerdo de París y China[3]
y Europa[4]
han anunciado compromisos.
Otro de nuestros expertos venezolanos, comentó: “La pandemia marca a
nivel mundial cualquier balance del 2020. El SARS-CoV-2 y la COVID-19 son virus
y enfermedad de impacto global, viajando en avión, con transmisiones
comunicacionales en tiempo real (noticias verdaderas, interesadas,
especulaciones y mentiras), con un millón setecientas mil víctimas mortales a
10 días de concluir el año y más de 77 millones de contagios confirmados. Para
comparar, en tiempos contemporáneos, se estima que la “Gripe Española”, una
pandemia por influenza entre 1918 y 1920 tuvo más de 40 millones de muertes.
Nuestra globalizada forma de vida facilita el desplazamiento del virus por todo
el planeta hoy en día”.
Y el ambiente no pudo dejar de
ser alcanzado, en su ya diagnosticado estado de afectación por la civilización
humana: extinción masiva de especies animales y vegetales, el cambio climático,
la contaminación de los mares y otros hábitats, los procesos de desertización
creciendo, la modificación de la geografía por los poblamientos humanos,
urbanos y rurales, así como las modificaciones de vectores perjudiciales a la
salud de los propios humanos, entre ellos la aparición de nuevas enfermedades
zoonóticas (incluyendo las generadas por virus).
El desarrollo industrial ha
condicionado el crecimiento exponencial de la población humana, alterando los
territorios ocupados, incrementando los recursos para su manutención, y
teniendo como expresión máxima del desequilibrio ecológico y ambiental la
pobreza de un importante sector de los 7.500.000.000 habitantes humanos del
planeta”.
“2020 es un llamado de atención
natural a la forma en que nos organizamos para vivir los humanos. Los números
no cambiaron este año que culmina, pero si se sintieron en muchos lugares
cambios instantáneos de calidad con algunas de las medidas que se tomaron por
la pandemia. Por ejemplo, los niveles de contaminación por la aviación mundial,
o la ocupación de animales silvestres de espacios que fueron abandonados o
donde disminuyó la actividad humana, aunque han sido circunstanciales y
momentáneos”.
¿Y Venezuela?
Al comenzar 2020, se publicó un
reportaje en el medio electrónico Mongabay[5]
Dice allí: “Venezuela es un campo minado de problemas ambientales que, con
los años, solo han logrado profundizarse y agudizarse con la venia del gobierno
de Nicolás Maduro. Hay áreas protegidas en peligro, hay cuencas hidrográficas
que podrían quedar devastadas por la explotación de minerales, hay planes del
Ejecutivo que son consideradas un atentado a la naturaleza y, para completar el
panorama, los presupuestos destinados a investigar, vigilar y controlar todas
estas acciones, son inexistentes”.
Abunda en detalles uno de nuestros colaboradores señaló: “Seguimos en el deterioro continuo y destrucción progresiva de grandes extensiones del territorio por actividades de extracción mineral. La política estatal enmarcada en el “Arco Minero del Orinoco” y otros proyectos de sobre explotación forestal en otras regiones del país.
Otro ejemplo de la perversa política ambiental que desarrolla la nación desde hace décadas, es la industria petrolera, ahora en fase de subsistencia pero que multiplica y agrava los “accidentes” de derrame, explosiones o incendios afectando los lugares donde se desarrollan sus actividades de extracción, transporte y procesamiento, bien sea para consumo nacional o para la exportación. Ejemplo los derrames de los últimos meses del año en las costas de los estados Carabobo y Falcón (zonas donde existen ecosistemas de vital valor ecológico y legalmente protegidos como lo es el Parque Nacional “Morrocoy”), y que se repiten en menor intensidad en otras regiones del país. Ya se leía hace un tiempo en la web[6]: “El 50% de las especies vienen impregnadas de petróleo y se nos hace imposible que las compren y nos vemos obligados a lanzarlas al lago”, aseguraba Giovanny Villarreal, pescador del Lago de Marcaibo, afirma que existe un "constante derrame de crudo". Su casa está construida sobre unos palafitos en el lago. "A veces, en la noche no podemos dormir porque huele a gas. El gas que produce el mismo petróleo", explica el pescador. "Y nos vemos afectados de los pulmones, sobre todo los niños".
Foto: https://www.ecologiaverde.com/principales-problemas-ambientales-en-venezuela-2533.html
Una observación grave, acentuada
por la crisis humanitaria compleja (y terrible) de Venezuela, es la creciente
utilización de leña para cocción de alimentos por la población rural, y que
este año se ha extendido notoriamente a las poblaciones urbanas y hasta grandes
ciudades de todo el territorio. No existen mediciones de este fenómeno, no
obstante estudios cualitativos publicados en este espacio[7]
demuestran que es una práctica generalizada ante las fallas de los servicios de
gas con consecuencias muy peligrosas para las áreas protegidas, para la salud
de las personas y para los ecosistemas en general.
La afectación notoria y creciente de áreas bajo régimen especial por parte de invasores en busca de tierras y recursos, que también sufren daños por parte de sectores terratenientes y con intereses industriales en busca de los recursos naturales que se “protegen”.
En las ciudades, la disminuida
capacidad de prestación de un servicio de recolección de desechos
domiciliarios, comerciales e industriales; con las consabidas consecuencias de
botaderos a cielo abierto, en zonas que generan mayor pobreza en sus
alrededores, costos impagables para los municipios y estados, y contaminación
de tierras y aguas superficiales y subterráneas.
Los pueblos indígenas han sido de
los sectores más afectados por la crisis económica, social y política que vive
Venezuela. Agredidos por los intereses económicos en las tierras que ocupan
ancestralmente[8],
sumados a la disminución de los medios legales de subsistencia, como el
turismo, artesanías, agricultura o pequeño comercio; no son defendidos por el Estado
Nacional, y al contrario, muchas veces son víctimas de sus funcionarios o
instituciones. Actualmente muchos de sus jóvenes y población activa en los
procesos de migración a ciudades o al extranjero, abandonando sus prácticas y
herencias culturales.
La institucionalidad encargada de
proteger el ambiente, años anteriores ha sido prácticamente liquidada. Las
instituciones como el Ministerio de Ecosocialismo y alguna otra cosa, dedica
sus pocos recursos naturales a distribución de aguas, cobros de impuestos a
algunas actividades “capaces de afectar el ambiente”, y otras pocas acciones
administrativas, envueltos en la crisis institucional de todos los sectores de
la administración pública. Los funcionarios renunciando, emigrando, o
simplemente buscando maneras de subsistir con sus familias. Los organismos de
seguridad, como las unidades de control y resguardo ambiental de la Guardia
Nacional lejos de cumplir su misión, están envueltas en las observaciones y
denuncias hechas a todo el cuerpo castrense venezolano.
Todo este rápido resumen, deja
fuera muchos detalles y problemas, es común al de años anteriores, por lo que
se observa que la pandemia en Venezuela sólo suma más desorden al caos previo
que conllevó a la emergencia humanitaria compleja y la violación continua y
sistemática de derechos humanos, sufrida por un mayoritario sector de la
población venezolana.
La desinstitucionalización –
nótese que este factor lo hemos nombrado tanto al analizar la interna
venezolana pero también al referirnos al gran “Imperio” del Norte- se refuerza
con las elecciones parlamentarias del día 6 del presente mes que cierra el año.
Las consecuencias de la instauración de la nueva Asamblea Nacional traerá la imposición
-vía interpretación de la legislación nacional- de la Ley “Antibloqueo” y otros
instrumentos jurídicos que muy probablemente contradecirán lo contemplado -sin
procurar parafraseos rebuscados- en la Constitución Nacional y los tratados
internacionales. La Ley en cuestión permite la total discrecionalidad de acción
del Jefe del Estado sobre cualquier ámbito de vida republicana. Concebida como
una forma de burlar las sanciones
internacionales –principalmente norteamericanas- que acorralan al
gobierno de Maduro, terminan siendo un instrumento que podría facilitar la
privatización de valiosos activos estatales – progresivamente depreciados
debido a malas gerencias- sin mediar mecanismos transparentes de adjudicación.
También abre las puertas a quitar figuras de protección a diversas áreas bajo
Régimen de Administración Especial (ABRAE).
El Arco Minero del Orinoco
(AMO), es un área rica en recursos
minerales que la República de Venezuela explota desde 2017. Al respecto, la
situación ambiental venezolana tampoco cambió en el fondo.
A ello agrega nuestro informante que “siempre hay que nombrar el disminuido acceso a agua potable para la población de la zona norte costera del país y la afectación notoria y creciente de ABRAEs[9] por parte de invasores en busca de tierras y recursos, que también sufren daños por parte de sectores terratenientes y con intereses industriales en busca de los recursos naturales que se “protegen”.
El “AMO” y la minería en general.
El Arco Minero del Orinoco (AMO),
nombrado oficialmente el 24 de febrero de 2016 como Zona de Desarrollo
Estratégico Nacional Arco Minero del Orinoco, es un área rica en recursos
minerales que la República de Venezuela explota desde 2017; ocupa
mayoritariamente el norte del estado Bolívar y en menor proporción el noreste del
estado Amazonas y parte del estado Delta Amacuro. Cuenta con 7000 toneladas
de reservas de oro, cobre, diamante, coltán, hierro, bauxita y otros minerales.
Abarca un área de 111 843,70 km²[10],
es decir 12,2 % del territorio venezolano; duplicando a la faja petrolífera del
Orinoco. De acuerdo con Roberto Mirabal, exministro del Poder Popular de
Desarrollo Minero Ecológico, el Arco Minero del Orinoco tiene un potencial de unos
2 trillones de dólares.
La Academia de Ciencias Físicas,
Matemáticas y Naturales, la Sociedad Venezolana de Ecología, la Asociación de
Arqueólogas y Arqueólogos de Venezuela (AAAV), la Asamblea Nacional de
Venezuela y la ONG más destacadas en DD.HH. han expresado públicamente su
preocupación ante la el incumplimiento de estudios de impacto ambiental y
sociocultural, la violación de derechos a la consulta previa en las comunidades
indígenas, el patrimonio cultural y natural y la soberanía nacional.
En 2020, la Alta Comisionada de
las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, denunció que
los trabajadores en el Arco Minero del Orinoco están sometidos a graves abusos
y violencia que han causado al menos 149 muertos desde 2016. Vale agregar que
esta violencia no sólo afecta a los trabajadores sino a todos los habitantes de
esos territorios. Se trata de una violencia proveniente tanto del hampa común
como de la organizada, del estamento militar y de cuerpos irregulares de origen
extranjero. Se afirma que se vive en las zonas mineras de Venezuela,
violaciones relacionadas de DD.HH. con explotación sexual (incluidos menores)[11]
y, según las mismas fuentes, un sistema de aprovechamiento del trabajo humano sumamente
degradante.
El destacado experto Alejandro Álvarez acota que la actividad minera
llega a afectar a, al menos, el 40% del
territorio nacional .
En esta columna se publicaron 2
artículos relacionados con el logro que supuso la puesta en circulación del
Atlas “Amazonas Bajo Presión” por parte de la Red Amazónica de Información
Socio-Ambiental Geoereferenciada (RAISG)[12]
la cual señala respecto a Venezuela que se han “experimentado cambios
importantes, en especial, en lo que se refiere a la alteración de sus ambientes
naturales, algo más o menos intuido por el público general; sin embargo, al
panorama pormenorizado que ofrece en este sentido se le suma el comunicar cómo
estos efectos se ven mitigados en los territorios indígenas y las áreas
naturales protegidas, pues sirven como
barreras que atenúan la degradación en los ecosistemas naturales de manera
significativa. Sin duda, un elemento que ofrece argumentos para empoderar aún más
a los pueblos indígenas del Amazonas y para reafianzar las políticas públicas y
legislaciones que defienden los territorios naturales. Según RAISG, entre 2012
y 2020, la Amazonia en Venezuela también ha experimentado cambios en distintos
aspectos, que incluyen: un aumento en las superficies de áreas protegidas y en
territorios indígenas reconocidos, pero también en zonas dedicadas a
actividades extractivas, en deforestación, en quemas y en superficie afectada
por la minería ilegal, lo cual complejiza el precario equilibrio entre
resguardo y exposición”….. “La minería ha sido una presión constante para la
Amazonía desde hace varias décadas y es
una de las causas de deforestación, contaminación y conflictos sociales
que más preocupa. Amazonía Bajo Presión también presenta un reporte actualizado
hasta 2020 de la minería en la Amazonía, el cual da cuenta de una tendencia al
aumento de la actividad minera en el
suelo amazónico, especialmente de la minería ilegal. Se han identificado
4.472 localidades de esta actividad
ilícita. En su mayoría (83%) presentan afectaciones de varias hectáreas o directamente sobre los ríos de la
Amazonia. Más de la mitad de estos puntos
se encuentran en Brasil (53,8%), pero cabe destacar que 32% de ellos se
encuentra en Venezuela, país que apenas contiene 5,6% de todo el territorio de
la Amazonia. Venezuela también es el
país con mayor proporción de TI (territorios indígenas y ANP (Áreas Nacionales
Protegidas) afectados por minería ilegal[13].
Servicios básicos: fallas que arrastran problemas ambientales
Intentamos verificar si los
dichos por los expertos colaboradores habituales y por quienes declararon a Mongabay en enero de 2020 y, en el mejor
de los casos, la situación no es menos mala que en esa fecha. Se destacaba en
su momento:
“En un país en el que 9 de cada
10 hogares, aproximadamente, se ven obligados a almacenar agua potable para
prevenir las fallas de suministro de agua —de acuerdo con cifras del
Observatorio Venezolano de Servicios Públicos—, donde el 46 % de la población
disfruta del servicio menos de cuatro días a la semana y en el que la mitad de
los habitantes lidia a diario con los apagones[14],
conservar los espacios naturales puede ser visto como un tema de menor
relevancia, sin embargo todo está relacionado. Proteger los puntos de donde se
extraen los recursos es fundamental.
El conflicto que genera el mal
servicio del agua está asociado a su vez con el suministro eléctrico. En el
país más del 70 % de la energía proviene de la Central Hidroeléctrica Simón
Bolívar (conocida como Guri por el embalse que la alimenta), que a su vez es
mantenida por la cuenca del río Caroní, hoy afectada por la actividad
extractivista del Arco Minero del Orinoco.
“Si se mantienen las actividades
de minería dentro de las cabeceras de ríos, la capacidad de producir agua
potable de calidad para consumo humano y riego va a verse más comprometida y,
por otro lado, la capacidad de producir energía eléctrica va a verse más
comprometida de lo que ya se encuentra”, destaca la bióloga Tina Oliveira,
quien es coordinadora del Observatorio Socioambiental del Grupo de Trabajo
Socioambiental de la Amazonía “Wataniba”.
La investigadora acota que el
problema de electricidad en Venezuela no es solo de infraestructura —debido al
escaso mantenimiento de los acueductos, tuberías y embalses— sino también un
problema de origen porque la fuente del agua sufre por la deforestación y la
minería. “Esa dos actividades están incidiendo en la capacidad productiva de
agua de toda la zona centro-norte del país”, subraya y destaca que en esa
situación están los embalses de todo el país, sobre todo los de Carabobo,
Aragua, Miranda y los Andes.
Esa deforestación, en parte, es
producto de otra falla de servicio: la del suministro de gas. El Observatorio
Venezolano de Servicios Públicos señala que solo (para comienzos de 2020,
26 % de la población recibía bombonas de gas una o dos veces al mes).
Por eso, cada vez es más frecuente que en los pueblos, los habitantes decidan
irse a los bosques para cortar leña que les sirva para cocinar. Otra realidad
que debe revertirse.
“A mediano plazo hay que
reforestar masivamente las cuencas. Los resultados no se ven nunca a corto
plazo porque son superficies grandes de terreno, pero hay tecnologías adecuadas
para hacerlo que deben ponerse en práctica”, acota Alejandro Álvarez.
Se resuena por la vida.
Pese a quien pese, la actuación de algunas
personalidades y organizaciones ambientalistas que aún desarrollan de manera
sistemática programas y proyectos educativos, de defensa y de desarrollo con
acciones ambientalistas y ecológicas en distintos puntos de la geografía nacional constituyen “los
tambores que resuenan por la vida”. Con
problemas para la articulación como consecuencia de la propia situación nacional,
limitados en recursos, afectados por los problemas sociales, políticos y
económicos que se viven en toda Venezuela pero notablemente creativos,
productivos y activo, es decir, para usar un término en boga: resilientes.
Algunas por su
activismo y compromiso con grupos y sectores sociales, son víctimas de los
intereses de sectores oficiales y privados que pueden verse afectados por
denuncias y actuación en favor del ambiente. Uno de los expertos pidió citar
como especial baluarte a la Sociedad Venezolana de Ecología. Nuestra
organización, Geografía Viva, ha encontrado por su parte, en la promoción de
corredores de autoabastecimiento agroecológico, una vía alterna, no pretendemos
ser neutrales, pero sí tener capacidad de diálogo con todos los sectores.
Estamos trabajando duro en ello y esperamos que este año próximo podamos llegar
más allá de Jají y su entorno rural, donde hoy estamos.
Desde estas
páginas destacamos que la sociedad civil
venezolana aún tiene voceros activos en materia de Ambiente y esto es un gran
valor que no podemos despreciar.
Cerramos 2020, logrando publicar
52 artículos, no paramos ni una sola semana del año, con un profundo agradecimiento a colaboradores
incansables como Alejandro Álvarez, Alejandro Luy, la periodista del propio “El
Nacional” Patricia Molina, Jesús Delgado, Antonio Pou, Hernan Sorhuet, Julio Alexander Parra,
Antonio De Lisio, Joaquín Benitez Maal (UCAB), Luis Sandia (CIDIAT-ULA),
Giancarlo Alciaturi, Asociación Civil
“Chunicai”, Sociedad “Homo et Natura” Observatorio “Wataniba”, Finca
Agroecológica “La Isla” (Mérida), habitantes de comunidades rurales de Jají
(estado Mérida) quienes hoy día participan en proyectos impulsados por
Geografía Viva en alianza con varias organizaciones locales; en fin, hay en realidad
son innumerables los colaboradores a quienes extendemos nuestro más profundo
reconocimiento, puede si se desea visitarse el espacio web de El Nacional https://www.elnacional.com/author/col-retosambientales/
[2] https://www.elconfidencial.com/tecnologia/ciencia/2020-05-19/caida-emisiones-co2-coronavirus-medio-ambiente_2601784/
[3] https://elpais.com/sociedad/2020-09-23/china-redobla-sus-compromisos-contra-el-cambio-climatico.html
[6] https://www.nacion.com/el-mundo/interes-humano/el-petroleo-esta-matando-el-lago-de-maracaibo-en/TJYWW6QWVZDVDK2CSJAWU3VRL4/story/
[9] En
materia del sufrimiento pérdidas en la protección de áreas bajo régimen de
protección especial (ABRAE) debemos recordar la reciente partida de Maritza Pulido, la fundadora de
los Juegos Ecológicos en los Parques Nacionales, una partida que, triste pero
afortunadamente, deja una inmensa huella de conciencia ambientalista.
[13] https://www.elnacional.com/opinion/la-amazonia-se-ha-deteriorado-en-ocho-anos-muestra-el-analisis-inedito-realizado-en-nueve-paises-1/
[14]
Caracas, 15 de diciembre de 2020.-. En el último estudio realizado por el
Observatorio Venezolano de Servicios Públicos, durante los meses de octubre y
noviembre de 2020, un 74,7% de los ciudadanos encuestados en 12 ciudades del
país valoró negativamente el servicio eléctrico, siendo las fluctuaciones
eléctricas, con un 46,3%, la principal razón de dichas opiniones. Fuente: http://www.observatoriovsp.org/ovsp-las-fluctuaciones-electricas-son-la-principal-razon-para-la-evaluacion-negativa-del-servicio/
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